-Te odio, eres insoportable, ¡desaparece!
- Vale, si me lo dices así, me iré..
- Espera.. ¡no!
- No ¿qué?
- Que no te vayas..
- Pero si me lo has pedido tú, y además, me odias..
- Sabes que no te odio, que te quiero, que no te soporto, te necesito, pero a la vez me encanta porque demuestras que me prestas atención, y quiero que desaparezcas, pero..
- Pero ¿qué?
- Pero que desaparezcas conmigo.
Porque prefiero sonreírte mil veces en directo y que me escuches llorar en silencio. Un abrazo. De los que llenan una sala de cine. De esos besos en la frente que saben a un te echo de menos. Como cuando te dije que guardaras un hueco en tu sofá y me hiciste un hueco en tu vida. Y ahora tengo el mío aquí, en forma de agujero que rompe un fin de semana grande. Y yo no sé qué hacer, porque se me da fatal rellenar de emociones una bolsa de recuerdos que he vaciado contigo.
Creo que he empezado ha recordar demasiado pronto. Juré -en verdad solo me lo planteé- que lo olvidado, estaba bien olvidado. Me había desatado de ese lazo de obsesión que nos unía, o mas bien, me unía con él. Pero claro los recuerdos siguen ahí y a veces salen demasiado pronto. Me estaban taladrando la cabeza, desatando mis temores de volver a recordar las caricias, los besos, las sonrisas, los susurros... todo habia quedado en el olvido. Hasta ahora.
Quiero que vengas conmigo, a cualquier otra parte.